El profesor Leonard Kleinrock, considerado inventor de internet, junto al procesador de mensajes de interfaz que dio origen a la red de redes, en una imagen de archivo.
En octubre de 1969, un mensaje viajó por primera vez de un ordenador a otro a través de una línea telefónica. Dos laboratorios de California estaban a ambos lados de la línea. Nacía Arpanet, la abuela de internet. Casi una década despúes, en 1977, Arpanet se conectaría por primera vez con otras dos redes parecidas, dando lugar a internet.
«Al principio, [los impulsores de la red] eran una mezcla: había inversores muy potentes del sistema militar y académico y también gente de la contracultura. De esa mezcla aún no salimos hoy», afirma Ramon Sangüesa, profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya.
Arpanet fue financiada por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados (ARPA por sus siglas en inglés), una entidad militar cuyo objetivo en este proyecto era facilitar la comunicación entre universidades. «Los valores puestos en la infraestructura eran compartir información, trabajar de forma horizontal, descentralizar», afirma Eduard Aibar, sociólogo de la tecnología de la Universitat Oberta de Catalunya.
En los años 70 aparecieron redes similares en otras partes del mundo. El nombre de Internet viene de ‘internetworking‘, es decir, conexión entre redes. «El primer experimento fue la conexión de Arpanet con Satnet y Prnet en septiembre de 1977: por primera vez un paquete de datos viajaba entre redes con tecnologías distintas», explica Andreu Veà Baró, uno de los pioneros de internet en España.
A finales de los años 70, el ingeniero Robert Kahn y el matemático Vinton Cerf idearon el protocolo TCP/IP, que permitía a las redes hablarse entre ellas con independencia de su tecnología. En los años 80, la «transición hacia el TCP/IP» culminó la eclosión de internet, la red de redes.
Enseguida se vio que internet era algo más que una herramienta académica. «En los años 80 la gente empezó a utilizar la red desde sus ordenadores personales para enviarse correos electrónicos, chatear, socializar…», explica Janet Abbate, historiadora de la tecnología de la Universidad de Virginia. «Es interesante que ya entonces se dieron dinámicas perversas, como los linchamientos virtuales«, observa Sangüesa.
La popularización definitiva de Internet ocurrió a través del World Wide Web (WWW), la aplicación que permite navegar entre materiales electrónicos. El WWW nació en el CERN (Organización Europea de Investigación Nuclear) en 1989, por obra del físico Tim Berners-Lee y del informático Robert Cailliau.
De acuerdo con la cultura inicial de internet, ni el TCP/IP ni el WWW fueron patentados. Esto permitió que miles de usuarios los usaran y mejoraran libremente. Pero muy pronto empresas privadas empezaron a solicitar el uso de la red para negocios como los correos electrónicos privados.
Según algunos expertos, eso abrió la caja de Pandora de los problemas actuales. «Fue una transición caótica. No hubo un plan de seguridad, acceso universal, balance entre el poder de las empresas y el de los usuarios», afirma Abbate. Aunque otros no lo comparten. «Sin el acceso de las empresas privadas no tendríamos internet en casa. Darles acceso evitó que existieran dos redes, una profesional y una comercial», observa Veà.
Sin embargo, todos coinciden en su preocupación por el desarrollo sucesivo: la creación de un oligopolio de empresas, como Google, Facebook y pocas más, que controlan buena parte de la infraestructura o de los contenidos de la red.
La formación del oligopolio ha tenido toda clase de efectos, según los expertos. Desde la centralización del comercio electrónico en unas pocas plataformas, que amenaza a los pequeños negocios, hasta el incremento progresivo de las restricciones de propiedad intelectual; pasando por las amenazas a la neutralidad de la red, el principio que debería evitar la formación de una internet a dos o más velocidades.
Quizá el reto más inquietante sea el de la monetización de los datos privados. «El modelo actual es el salvaje oeste. Hasta que los ciudadanos no se asusten y pidan servicios que no los espían no surgirán empresas que los protejan de forma automática», afirma Veà.
En tiempos de cambio climático, los expertos se han dado cuenta de la gran huella de carbono de internet. El internet de las cosas – la conexión a la red de toda clase de objetos (relojes, neveras, maletas…)- y el Blockchain -la tecnología que sustenta la criptomonedas-consumen enormes cantidades de energía, para aplicaciones a veces superfluas.
Cara al futuro, el reto más inmediato es el despliegue del 5G. «Esta tecnología necesita no el doble, sino el cuadrado de las antenas actuales. Dudo que los operadores paguen otra vez la fiesta para que los proveedores de contenidos se lleven las ganancias. Creo que veremos proveedores pagando la conectividad que necesitan para sus aplicaciones», aventura Veà.
En el largo plazo, la seguridad de la red está amenazada por el ordenador cuántico, que sería capaz de romper todos los protocolos de cifrados actuales. También el ordenador cuántico podría ser un asunto de empresas privadas, algunas oligopólicas como Google. Por eso, los expertos animan a los estados a invertir en protocolos de cifrado cuántico que preparen la red ante los futuros ataques.
«Internet ha llevado un cambio cultural increíble en el acceso a la información y en la interacción social. Sin embargo, hay mucha inestabilidad. Creo que habrá grandes cambios en la próxima década», concluye Abbate.